El por qué de mi no-religión.

Esta vez les voy a contar una experiencia que tuve a los 12 años de edad y que marcó tanto mi vida como mi forma de pensar con respecto a la religión. Pero para llegar a esa historia debo retroceder un poco en el tiempo.

Nací en una familia de católicos «algo practicantes», recuerdo que algunos domingos mi papá me llevaba a la Catedral de Guayaquil con él y lo que más me gustaba de ir con él a la iglesia era que a la salida comíamos canguil (pochoclo, palomitas de maíz) dulce.

Recuerdo también que desde que tenía unos siete años, en mi casa trataban de preparar mi bautizo, pero siempre pasaba algo que lo suspendía. Primero nos mudamos, luego el cambio de escuela y otras cosas que no recuerdo. Así siguió la historia hasta que cumplí unos 12 años y mi mamá me llevó a una iglesia en el centro de la ciudad que a ella le gustaba, ese día nos atendió una vieja desagradable que me dio un librito con el dibujo de Jesús en la portada y una carpeta con copias y cuestionarios.

La vieja me mandó a leer ese libro, responder las preguntas y estudiar. Yo a esa edad ya le tenía fastidio al hecho de «estudiar» (entiéndase estudiar como aprenderse las cosas de memoria), por ende guardé tanto el librito de Jesús con la carpeta roja y su contenido en un cajón de un escritorio en mi casa y nunca más los saqué.

Mi mamá nunca me exigió que haga lo que dijo la vieja y una vez más, mi bautizo se vió frustrado.

Ese mismo año mi mamá me llevó a la iglesia de Guayacanes (barrio donde vivía); en ese entonces tenían la costumbre de hacer lectura de salmos y después de eso cantar. Esa tarde, mientras cantaban una señora acerca una estatuita de «El divino niño» y todas las personas en la misa la fueron a tocar. Yo me quise acercar y mi mamá me detuvo y me dijo que no la toque porque no soy bautizada.

Divinonino

«WTF?», pensé. Y seguí pensando: ¿Por qué no puedo tocar esa estatua si yo soy una niña y he pecado menos que cualquiera de los aquí presentes?

Y seguí pensando: ¿Por qué todos se alocan para tocar una estatua de una especie de «santo» si supuestamente son CATÓLICOS y uno de sus mandamientos dice que no hay que idolatrar?

Mi cabeza se empezó a llenar de preguntas que crearon grandes dudas y no lo voy a negar, repudio, ante la farsa e hipocresía que era revelada a mi en ese preciso momento, en una iglesia de barrio, rodeada de viejas que se morían por tocar una estatuita de un tal niño «divino».

Desde allí dejé de creer en las religiones. No en dios, solo en las religiones. Porque no me considero atea y siempre he creido que existe algo más grande que nosotros.

Hoy en día creo en más cosas de las que pueden imaginar y he aprendido muchas otras cosas que ni siquiera se les ocurriría pensar, sin embargo, sigo sin creer en las religiones, en los santos y otras cosas que personalmente considero BULLSHIT.

Espero no haber ofendido a nadie y si así fue, comprendan que ofender no es mi intención en lo absoluto.

XOXO